En 1939, Aurelio Collantes, «La voz de la tradición», organizó un concurso para designar a la reina de la canción criolla. El evento que se transmitió por radio, tuvo como escenario el Teatro Segura. La calle Pachacamilla, en el jirón Chancay está a sólo unas cinco cuadras del Teatro Segura. Y desde un solar de aquella arteria central, llegó una chiquilla llena de encanto y poseedora de una extraordinaria voz. Se llamaba Jesús Vásquez Vásquez.
Siendo apenas una chiquilla se adjudicó, y para siempre, el título de Reina de la Canción Criolla. Y para el efecto escogió como números de su repertorio tres temas de Felipe Pinglo Alva. El primero: «El Plebeyo». Desde entonces Jesús se convirtió en una de las más auténticas y legítimas intérpretes del cancionero Pinglo.
«Nací en el barrio de Pachacamilla, a una cuadra de la iglesia de Las Nazarenas. Mi padre era chotano y mi madre huancaína, de Concepción, fue ella quien me enseñó a cantar aunque recuerdo que los dos no tuvieron mucho contacto con los criollos de ese entonces.
De chica me gustaba sentarme sobre la pila de agua del callejón vecino y desde allí escuchar los ensayos del trío «Los criollos de pura cepa», en la casa de la familia Paz Soldán, todas las tardes. Aquel trío lo integraban Lucho de la Cuba, Aramburu y Ernesto Echecopar… Un día me los dueños de la casa me invitaron a cantar a dúo con Lucho de la Cuba y después de escucharme me dijeron que iba llegar bastante lejos, acuérdense…».
La obra de Jesús es una de las más fecundas de la historia de la canción peruana. Ha grabado innumerables discos, ha hecho éxitos temas de grandes compositores, inclusive gente de la Guardia Vieja que ella no pudo conocer. Grabó valses, marineras, polkas y huainos, mencionaremos algunos memorables como: «La Pasionaria», «Secreto», «Todos vuelven», «Corazón», «Muñequita rota», «Historia de mi vida».