Canterurias

Lando

Escrito por Chabuca Granda

Cantéro, cantéra de cantérurias
Cantéro, cantéra de cantérurias
Que sino me cantérearas con tu cantéruriarias
Que sino me cantérearas con tu cantéruriarias
(cajón y guitarra)
Que cantan, cantan, cantándo, cantánteruriando
Que cantan, cantan, cantéro, canturriando
Cantárero, teriria, cantéro cantéruria,
Cantéro, cantérame cantáreria
(cajón y guitarra)
Cantéro, cantéro, cantéro, canta
Cantéro, cantéro, cantéro, canta
Para que ..sueñes cantéro, cantéras, cantáreareras
Cantéro, cantéro, cantéro, cantéro, canta…
(cajón y guitarra)
Tódas las puertas cerradas, tódas perdidas

Tódas las calles ajénas, sordas
Tódas sómbrias, para qué picar la piedra, cantéro,

sí está dormida…

Cantado por Cecilia Barraza

Enviado por: Marycaty

LA CONCHEPERLA

Marinera

Texto: Abelardo Gamarra

Acércate preciosa
que la luna nos invita
sus amores a gozar, a gozar.
Acércate preciosa
conch’e perla de mi vida
como no brota el mar.

//Abre tu reja, abre tu reja
un momento, un momento,//
Si oyes benigna, si oes benigna,
si oyes mi inspiración.
Si la crees digna, zamba de tu atención.
ahora no te vas, si tu me quieres,
mañana te irás…
si no me quieres, mándate mudar.

/Abre tu reja, abre tu reja
un momento, un momento,//
Si oyes benigna, si oes benigna,
si oyes mi inspiración.
Si la crees digna, zamba de tu atención.
Recibe prueba la fineza de mi amor,
de mi amor, de la luna al resplandor,
la fineza de mi amor.

Nota:
A los 14 años de edad, Doña Rosa Mercedes Ayarza de Morales
escribe la música de esta marinera, la primera en ser interpretada
por la Orquesta Sinfónica Nacional en el Teatro Municipal de Lima.
La letra es de Abelardo Gamarra «El Tunante»,
y la música compuesta por José Alvarado.
También conocida como «La Decana» por ser la primera marinera
escrita en partitura, y una de las más conocidas
e infaltable en los concursos tradicionales peruanos.

Eusebio «Pititi» Sirio

Para muchos, y razón no les falta, Eusebio Sirio, mejor conocido como «Pititi», es el mejor cajoneador peruano. Y es que entre él y la madera hay un comercio ancestral, que se remonta al batir y retumbar de los tambores africanos. De sus manos surge primero el ritmo, que luego irá aderezando con velocísimos repiques, inesperadas síncopas, tresillos perfectos en su barroquismo y un swing que parece propio de alguien poseído por el mismo diablo (un demonio bueno en este caso, valga la aclaración). «Pititi» es maestro por partida doble. Es decir, no solamente porque ejerce pleno dominio sobre su instrumento, sino también porque imparte lecciones de cajón tanto en el Museo de Arte de Lima como en la Escuela Nacional de Folklore José María Arguedas. Hace unos años, «Pititi» perdió la vista, pero en él la vida puede más y esa desafortunada circunstancia no ha sido óbice para que siga demostrando por qué, a la hora de acariciar el cajón, es el mejor. Aquí, la voz del maestro. Oído a la música, señores.

Yo nací en la avenida Francisco Pizarro cinco veintiocho, interior número doce, en el Rímac. Ese barrio se llamaba Malambo. Ahí nací, te digo, posiblemente el veinte del ocho del cincuenta y uno, hermano. Mis padres son Eusebio Sirio y Adela Castillo. Mi papá era músico de los Barrios Altos, tocaba guitarra. Mi mamá era una persona muy conocida, ya que era sobrina del señor Manuel Quintana Aldón, a quien llamaban «El Canario Negro». Oigame, yo vengo de una estirpe así, callada. De mi infancia recuerdo sobre todo a la gente que se reunía para jaranear y cosas por el estilo. Por la casa caían, te voy a contar, hermano, el señor Elías Ascues, el señor Augusto Ascues, el señor Pancho Caliente, mi tío Francisco Flores, el señor Arístides Ramírez, También llegaban el señor Huambachano y el «Chino» Soto, hermano, y qué te digo, un montón de gente más. Yo de chico me apegaba mucho a las piernas de mi tío Augusto Ascues; él cantaba y al mismo tiempo me tenía en sus brazos. También recuerdo las sorpresas. La sorpresa era la fiesta que se hacía sin que se enterara el dueño de casa, pues. A veces venían temprano y decían hoy es santo de Eusebio, vamos a hacer una sorpresa. Bueno pues, decían, y se ponían de acuerdo en qué traía cada uno, y cada uno llegaba en la noche con su sorpresa, ¿me entiendes? Entonces el señor Eusebio llegaba a su casa con la idea de acostarse y en eso se prendía la luz y todo estaba listo para la fiesta, con cadenetas y todo. Hasta el otro día era la cosa.

Fui a un colegio, llamado Experimental Villacampa, y luego al colegio España en la Alameda de los Descalzos. Llegué a tercero de media y luego terminé en una nocturna de Comas. Mi papá me decía que yo tenía que seguir estudiando, que no tenía inquietudes para tocar; pero yo seguía tocando, me acuerdo. Ponía un disco de cuarenta y cinco en el pick up, que así se llamaba antiguamente, y yo acompañaba. Hasta que un día mi tío Ernesto Soto me dice: «sobrino, acompáñame a la casa de César Lévano, hoy es su cumpleaños». Yo le dije bueno pues, vamos, ya que estamos acá… Acá en La Florida fue el asunto. Yo tenía en ese tiempo, hermano, catorce o quince años. Y bueno, llegamos a la casa de César Lévano. Y en eso vimos que en la casa estaban la señora Alicia Maguiña y don Carlos Hayre. Entonces mi tío Ernesto me pidió que lo acompañara en un tema. Mandaron sacar uno de los cajones de un ropero, y me puse a tocar junto a él. ¿Y sabes qué, hermano? Eso le cayó a la señora Alicia Maguiña como pera en el agua. La señora se quedó encantada y me pidió que le dejara mi dirección, que ella viajaba y que a su regreso quería que tocara con ellos. Para ese entonces, ya no vivía en Malambo, sino en Limoncillo, por el mercado; ahora se llama Prolongación Tacna, creo. Eso habrá sido el año sesenta y ocho más o menos. Cuando menos pensé, me fue a buscar don Carlos Hayre para que fuera a su casa. Así comenzamos a trabajar, hicimos un long play, se llamó «Alicia y Carlos». La señora Alicia no me decía Pititi, me decía Eusebio Sirio. Lo de Pititi fue una ocurrencia de mi señora madre. Cuando yo estaba muy chico, había una radionovela y uno de los personajes era Pititi. Entonces un día yo pasaba por ahí y escucho que mi madre dice Pititi y yo volteo y entonces me dice Pititi, Pititi, ven, ven, Pititi. Ahí me quedé con lo de Pititi.

 

Te hago saber, para que sepas bien claro. Mira, yo he visto a diferentes percusionistas, pero no llegué a ver a Monserrate. Sí vi tocar al «Gancho» Arciniegas. Y había un señor al que yo paraba viendo y seguramente molestando, pidiéndole que me enseñara algunas cosas, era el señor «Morocho» Contreras, que tocaba con el conjunto Los Trovadores del Norte, donde estaba también Rafael Otero López, el compositor de «Odiame». Ellos tocaban en Radio Victoria y yo iba a cada rato, pues, para ver al «Morocho» Contreras. Yo lo observaba atentamente, cada movimiento, cada golpe, su misma presencia. Esas tardes me enseñaron mucho, hermano, me ayudaron a conocer un poco más a profundidad este maravilloso instrumento de percusión.

 

Un día la señora Alicia y don Carlos me dicen para ir a Buenos Aires. Tenía ella que cantar una muliza. Mira hermano, era la primera vez que iba a pisar un avión. Acá no subo, me dije, acá retrocedo yo con esto. Pero al final subí y fuimos en el avión, además, con César Altamirano y Lucho Neves. Llegamos a Buenos Aires y nos fuimos al City Hotel. Tenía dieciséis años no más, hermano. Y andaba solo, porque me levantaba temprano para buscar a la señora Alicia y a don Carlos y no estaban, y César y Lucho estaban como locos trabajando en unos arreglos. Al tercer día me empecé a desesperar, porque ¿qué hacía yo solito en esa ciudad inmensa? En eso, paseando por el hotel, veo a un patita que pasa con una etiqueta en la solapa que decía Perú. Me acerqué. ¿Tú eres peruano?, le dije. Sí, me contestó. Yo también soy peruano, le dije otra vez. ¿Con quién has venido? Yo he venido con un grupo que está acá, el grupo Perú Negro. Oye, no sabes el alivio. ¿Y dónde están?, llévame por favor. Cuando entramos a la habitación me encuentro con el grupo completo ahí. Dicho sea de paso, yo no conocía a nadie del grupo, sólo a Rodolfo Arteaga, el hijo de Valentina, que me reconoció de inmediato y me presentó a todos. Estaban ahí Ronaldo Campos, Caitro Soto, Lucila Campos, en fin. Así, de casualidad nomás, encontré compañía, y más trabajo, porque me hicieron bailar en el Luna Park mientras Césear Calvo recitava unos versos.

También tuve la suerte de conocer a la señora Chabuca Granda, y es más, la suerte de trabajar con ella. Recuerdo una vez que nos invitó a su casa para formar el grupo Matalaché. En esa reunión estuvo también Cecilia Barraza. De Chabuca aprendí mucho, hermano. Lo más importante: convencerme de que las cosas las tienes que hacer cada día mejor. Trabajé con ella cerca de ocho años, junto con Alvaro Lagos y Caitro Soto. Ensayábamos en su casa, allá en la esquina de Veintiocho de Julio con La Paz, en Miraflores. En Buenos Aires grabamos un disco precioso, titulado «Cada Canción con su Razón». En ese disco participó también Lucho Gonzales.

 

En la vida uno nunca sabe, ¿no?, ¿qué me iba a imaginar yo que me iba a quedar ciego? Pero perdí la vista. Yo no sabía qué me pasaba, todo comenzó con unos dolores de cabeza terribles, pero nadie sabía qué tenía yo dentro del cuerpo. Ya vivía en Comas con mi madre. Ibamos a un médico y a otro, y nada, nadie daba con lo que tenía. Hasta que descubrieron que tenía un tumor en el cerebro que me estaba afectando la vista. Y un día, en mi propia casa, perdí la visión. Me deprimí terriblemente, me alejé de la música cerca de un año, paraba recluido en mi casa. Me había quedado completamente solo. Una persona que me ayudó mucho fue Enriqueta Rotalde, que es ahora directora de la Escuela Nacional de Folclore. Ella me fue a ver al Hospital de Collique. De ahí me pasaron al Hospital Obrero. El doctor Esteban Roca y el doctor Polo Sabogal me operaron. De ahí me fui a neoplásicas para un tratamiento de baños de cobalto y para que me hicieran un par de tomografías de las que salí limpiecito, hermano. Después de haber pasado por eso, me di cuenta de que había perdido a Dios, así que me apegué a Nuestro Señor Jesucristo, y con él camino. Lo que tengo ahora es lo más bello que puede tener un hombre: paz, por la gracia de Dios.

 

«Pititi» vive ahora en olor de serenidad. Recién casado hace ocho meses con Elizabeth Urquiza, profesora de arte, la vida en él ha vuelto a florecer. La ceguera ya no es problema ni carga para nadie. El propio «Pititi» baja los cinco pisos que lo separan de la calle 6 de Agosto, en Jesús María, para hacer sus compras en la bodega o en la farmacia, o para abordar algún taxi en las noches de trabajo. De hecho, hay algunos taxistas que lo conocen y lo esperan en la puerta. Lo demás es accesorio. Cuando dicta sus clases de cajón, ningún detalle se le escapa y conoce perfectamente el sonido de cada uno de sus alumnos. Y cada vez que toca, según nos confesó, es tal el éxtasis que se apodera de él, que ve pasar su vida como una película y recuerda esas jaranas aurorales, los tiempos en que era acólito en las iglesias de San Lorenzo y San Alfonso, las tardes en que miraba extasiado al «Morocho» Contreras o al «Gancho» Arciniegas. A golpe de cajón, para suerte de todos, «Pititi» ha vuelto de las tinieblas.

NO,NO, NO

– Andre Soto

La vida que me ha tocado
desde niño me ha engañado

Dicen que el maiz se ha partido
en un lado y en su opuesto
uno se pudre esperando
y otro se nutre exigiendo
La cebada le dice al trigo
donde esta el pan del mendigo
y el trigo replica en morse
en la panza del vecino
Señores yo les prometo(bis)
la solución a su pliego
aunque me quede sin medio
No No No las verduras
no no no que lisura
No No No lo exijo y lo siento
sin hombre sol agua y viento
yo no preparo el alimento
Cuando el cultivo y la siembra
pierden toda su vigencia
por la necedad del hombre
No No No
Interviene entonces la papa
el rabanito el camote
y todos preguntan donde
está la tierra labrada
Señores yo les prometo (Bis)
la solución a su pliego
aunque me quede sin medio
No No No las verduras
no no no que lisura
Que situación
la que le ha tocado
vivir a mi pueblo
tan inmaduro y tan necio
NO No No las verduras
No No No que lisura.

Aporte de Mercedes Mendoza

Juan Gonzalo Rose

Juan Gonzalo Rose
Juan Gonzalo Rose

Juan Gonzalo Rose nació en la ciudad de Tacna, pequeña ciudad de provincia y de vida apacible que ni aun el continuo tránsito de viajeros y los avatares de un comercio dinámico, consecuencia de su condición fronteriza, han podido turbar. La infancia de Rose transcurre allí, en su tierra natal, circundada por el desierto costero, alguna playa cercana y unos cuantos valles cálidos y hermosos que aportan a cualquier espíritu sensible, la cuota de naturaleza y toque rural. Rose debió haber recorrido muchas veces las diversas comarcas tacneñas, por la huella innegable que sus textos transmiten de ellas. Estudio el ciclo primario en una escuela en la que su padre era a la vez profesor y Director, y luego la secundaria, hasta el tercer año, en un colegio nacional. Hacia 1942 ó 1943 Rose se traslada a Lima donde concluye su escolaridad. En 1945, año crucial en la historia peruana, Rose –que tiene entonces 17 años- ingresa a la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos. En las elecciones generales de ese año (uno de los pocos comicios verdaderamente libres en la vida política nacional) resulta elegido como presidente José Luis Bustamante y Rivero y este hecho significó el inicio de un período de ejercicio democrático pleno que grandes sectores de la población y en especial los jóvenes viven con intensidad y pasión. La universidad desde luego es uno de los centros principales de la actividad política y de la prédica ideológica. Nuestro poeta entra en el torbellino de la acción y asume con claridad la opción revolucionaria al mismo tiempo que su vocación poética empieza a manifestarse. Poemas suyos aparecen y su figura se hace presencia habitual en los recitales poéticos de entonces. De otro lado, vibrantes manifestaciones, agitadas asambleas, debates y enfrentamientos cuentan también con su presencia de militante convencido. Rose además hace periodismo y se desempeña durante algún tiempo como auxiliar de cátedra.

El 12 de Abril (sabado) se cumplen 20 años de la desaparicion fisica del poeta Juan Gonzalo Rose, orgulloso tacneño, que escribio bellos versos que musicalizados por Victor Merino estan en la historia de la musica ciudadana del Peru…»Tu Voz», «Por tu ventana dormida» y «Si un rosal se muere» son los poemas que escribio especialmente para darlos a conocer en genero de vals peruano.

Un recuerdo para este gran poeta peruano que fue ganado por la musica criolla del Peru.

Enviado por Raúl Alvarez-Russi

Perú Querido

Compositores: Monica y Victor Hurtado
«EL Duo DE Oro»

Viva tu Costa…..Viva tu Sierra…
Viva tu selva…..mi Peru……

Cuando sali de mi patria
tantas cosas deje atras
mis cosas de muchacho,
los besos de mi madre
y mil cosas mas

Cuando deje mi tierra
nunca pude imaginar
que su calor me faltara
cuando aqui viera nevar

Peru querido, patria añorada
quiero brindarte esta cancion
lejos estoy, si, pero por siempre
te llevare en mi corazon

Peru querido, pueblo de historia
de gente humilde y de tradicion
Viva tu costa….Viva tu sierra
Viva señores mi nacion
Viva tu costa…viva tu sierra
viva señores mi nación!!!!

SALTIMBANQUI

(Polka )

Felipe Pinglo Alva

Ser bohemio es mi ideal

a la muerte despreciar

gozando sin cesar, vivir, amar,

ser dichoso, ser feliz

Saltimbanqui del amor

entre risas y lagrimas burlandose del dolor

Si con la vida lograr se olvidan las alegrias

en un mortal hay que girar con emocion

asi es la vida un eterno rodar

siempre en peligro y mucho arriesgar.

Si con la vida lograr se olvidan las alegrias

en un mortal hay que girar con emocion

nuestra exitencia siempre sonriente

libando loco, loco de amor con emoción. (bis todo)

Enviado por: José Antonio -«El Chalan»

Secreto

(vals Peruano)

Amparo Baluarte y Francisco Reyes Pinglo

En esta tarde triste yo te espero,
tu vendrás hacia mí con tu ternura,
yo te diré lo mucho que te quiero,
oprimiendo tus manos con dulzura.

Por qué te quiero, sabes, tú lo ignoras
el amor en mi pecho, está escondido
las veces que me has dicho que me adoras
has notado que yo me he sonreído.

Sin embargo, tú no has adivinado,
el misterio que encierra esta sonrisa,
quiero ocultar lo mucho que he llorado,
es un sollozo, que quiere ser risa.

Tú sólo aunque parezca extraño,
podrás curar esta secreta herida,
es una herida que me hace tanto daño
pues simboliza una ilusión perdida.

Tú con la magia azul de tu ternura
protegerás mi juventud dolida
para que broten rosas de ventura,
en el árbol sombrío de mi vida.

Sin embargo, tú no has adivinado,
el misterio que encierra esta sonrisa,
quiero ocultar lo mucho que he llorado,
es un sollozo, que quiere ser risa.

Enviado por: Dario Mejia

OLGA MILLA

«La carrera de Olga Milla es la historia de una profunda fe en la calidad de la música popular del Perú. Sus presentaciones en Los Estados Unidos, España y su nativo Perú han desplegado sobriedad y gusto impecables tanto en sus interpretaciones como en su repertorio.

Como productora, su CD CARICIA es un logro remarcable donde Olga reúne los más prominentes músicos peruanos de nuestros días interpretando una representativa muestra de canciones del Perú mestizo y costeño, con un saludo a los Andes.

De niña en Lima, ella tuvo el privilegio de escuchar en familia a clanes de criollos interpretando especiales repertorios. Esta experiencia la inspira más tarde a asistir a similares reuniones. En una de ellas conocería a la legendaria Chabuca Granda, quien más tarde la animó a que continuara escribiendo, cantando e incursionando en el área de producción.

Cuando termina sus estudios de Comunicaciones en la Universidad de Lima, Olga decide investigar la música popular peruana y sus escasas oportunidades en el circuito comercial urbano. A lo largo de los años participa en eventos culturales con la comunidad peruana en USA y España y colabora con periódicos y radio programas como La República, «Perú Cerca de ti» y «Déjame que te Cuente»

Uno de sus más queridas presentaciones fue su tributo a los escritores e investigadores peruanos José María Arguedas y José Durand Flores que Olga tituló «Música Mestiza del Perú» en la prestigiosa sede de Americas Society en Manhattan. Ahí, ella llamó como invitados especiales a presentarse por primera vez en los Estados Unidos a los maestros Jaime Guardia (charango) y Máximo Damián (violín andino) al lado de Carlos Hayre (guitarra criolla y afro-peruana). Con la guitarra de Edmundo Vargas, Oscar Stagnaro (bajo), José Luna (cajón) y miembros del Ballet Afro Peruano este íntimo concierto destaca como uno de los más originales para la música folklórica y popular peruana de los últimos años por la constelación de talentos que reunió en ese país.

Su álbum CARICIA nos entrega a Olga como una productora artística que conoce profundamente la música peruana, una compositora de verso nuevo y una intérprete íntima y emotiva, cálidamente felicitada por «Criollismo» de Radio Nacional del Perú. El periódico peruano «El Comercio» lo llama «una pequeña joya». En USA, este cd ha sido escuchado en la Radio Pública Internacional, integrando la discografía recomendada por el elogiado programa radial AfroPop Worldwide y ha tenido excelentes comentarios de la revista Latin Beat, Folk & Acoustic Music Exchange y el Detroit Metro Times

Actualmente Olga reside en los Estados Unidos y se encuentra abocada a la grabación de su segundo CD el que subrayará el trabajo de distinguidos guitarristas y percusionistas peruanos.

PATRICIA SARAVIA

Patricia Saravia acaba de cumplir una década en este obligado peregrinar de todo artista: conciertos, grabaciones, recitales, entrevistas… Pero sigue con las mismas ganas del primer día. Esas ganas que las llevaron a apartarse de lo tradicional para iniciar su búsqueda personal hacia las nuevas formas de la música peruana. No fue fácil, y mucho menos si se pretende nadar en contra de la corriente; pero, la Saravia ha sabido hacerse paso a través del tiempo con esa voz que estremece cada vez que pronuncia su canto. Primero sería «Atrapar un instante», material que reúne diez temas muy bien logrados, tanto en la melodía, como en el trabajo armónico, que fue la primera carta de presentación de la intérprete y que recoge canciones como «Cardo o Ceniza», de nuestra infaltable y recordada Chabuca Granda; «Sombra» y «Hojarasca», de Daniel Escobar; y la «Negra presuntuosa» de Andrés Soto.

Pero la Saravia continuamente apura el paso, y ya está en una y otra cosa. Fue así que tiempo después editaría «Entre el son y el corazón», un nuevo trabajo fonográfico que descubre canciones como «María María»«Encuentro» -otra buena canción de Daniel Escobar-, «Tierra Mestiza» -su homenaje a nuestra América Latina-, entre otros, con novedosos arreglos y caras nuevas en el marco musical.

1993, también depararía algunas sorpresas, no sólo por sus tantas presentaciones en vivo, sino porque su carrera artística experimenta nuevos aires, -ella le llamaría sones- mucho más maduros y un tanto apartados de los matices negros. Así surgen, dulcemente, cantos de la sierra peruana como«Matarina» carnaval cajamarquino. «Como he de vivir sin ti» huayno ayacuchano y «No Valentín», contagiante ritmo negro, con el sólo propósito de quebrar las formas habidas. Una suerte de buenos acordes, una melodía subyugante y las percusiones haciendo lo suyo detrás de esa voz tierna, fuerte… conmovedora.

(*) Comentario de Manuel Valencia, Editor de «Culturales» del Diario «Expreso» de Lima, Perú, setiembre/1995