Felipe Pinglo Alva, el inmortal bardo criollo

Felipe Pinglo Alva
Felipe Pinglo Alva

El 13 de mayo de 1936, falleció en Lima el gran autor, compositor y poeta, El Maestro Felipe Pinglo Alva, quien revolucionó el vals criollo, o vals peruano, dándole otra dimensión y forjando una escuela que hasta el día de hoy es seguida por los cultores de la música criolla en el Perú. Entre sus creaciones más resaltantes debemos citar: «Luis Enrique, el Plebeyo», «El Espejo de mi Vida», «El Huerto de mi Amada», «Bouquet», «De Vuelta al Barrio», «La Oración del Labriego», «Mendicidad», «Sueños de Opio», «El Canillita», «Rosa Luz», «Amelia», y muchísimas más. Va por ello mi homenaje al Maestro de los autores y compositores del Perú, al conmemorarse un aniversario más de su lamentable fallecimiento.

La música criolla, sobre todo el vals peruano, tiene un antes y un después. Ese límite o diferencia lo impuso un modesto pero gran autor y compositor, que nos dejó su obra para que sea interpretada, seguida e imitada por otras grandes figuras que ha tenido nuestro criollismo. Felipe Pinglo Alva fue quien impulsaría ese gran cambio a nuestro vals. Lamentablemente, murió joven sin haber conocido en vida los frutos de la fama y de lo que sembraría en nuestro pueblo, y cultura, que lo llegó a convertir, después de muerto, en una especie de ídolo para quienes aman y siguen la música criolla.

Felipe Pinglo nació el 18 de julio de 1899 en la calle «El Prado» (cuadra catorce del Jirón Junín) de los Barrios Altos, Lima. Empezó a componer canciones desde muy joven. Le gustaba retratar lo que acontecía alrededor de las personas, la sociedad, las costumbres, gustos y el amor. Su obra consta de hermosos poemas acompañados de bella melodía que engrandeció y le dio personalidad a nuestro vals. Su vena literaria puede apreciarse, claramente, en sus composiciones.

«Las flores que he cogido del jardín / las he hecho un bouquet para mi amor / lleva jazmín del cabo y tulipán / lleva claveles rojos de ilusión. / Pensamientos limitan su confín / y algunas azucenas coloqué / pero también lleva mi corazón / a una mujer.»… Un canto al amor del Maestro Pinglo con su composición «Bouquet».

Pinglo era un verdadero poeta para cantarle al amor, un romántico, un soñador, un sentimental; detalles que ayudan a inspirarse más a quienes los tienen… «Quien quiera con el alma, el corazón no mande / quien busque amores buenos, que deje de soñar, / el corazón y el alma son dos fuerzas humanas / que emprenden una senda, para no regresar.»… Con «El Huerto de mi Amada» hizo soñar, amar, cantar y llorar a muchos.

Pinglo indirectamente nos hacía reflexionar y despertar ante la realidad de la vida, el darnos cuenta que los años no pasan en vano y que toda la vida no seremos los mismos o, mejor dicho, luciremos bien… «Con los años huyeron mis privilegios / uno a uno mis idilios vi fugar, / y hoy tan sólo de este apogeo me queda / bucles, retratos, pañuelos, / cartas de amor y nada más. / El espejo en que me vi hoy es mi amigo / porque mudo me ha mostrado la verdad, / hoy comprendo el secreto de mi olvido / y conozco el por qué de mi orfandad.»… A través de «El Espejo de mi Vida» nos mandó su mensaje para que cambiemos a tiempo y sembremos valores que perduren a través del tiempo y de la muerte.

Al igual que la mayoría de los hombres, Pinglo era aficionado al fútbol e hincha del Alianza Lima, sobre todo de Alejandro Villanueva. Así que le compuso una polca a él y una marinera, «¡Viva el Alianza!», al equipo de sus amores… «Viva el Alianza, señores / el once de la emoción / que cuando a jugar concurren / el match es una ovación».

Recordando a su barrio querido, Felipe Pinglo escribió el vals «De Vuelta al Barrio», canción con la cual él le cantó a sus Barrios Altos… «Barrio de mi ilusión / de ti yo me alejé, / pensando que al rodar / no fuera el mundo cruel. / Tus glorias de otros tiempos / procuré al retornar / y el pendón de tu nombre / orgulloso pasié. / Hoy de nuevo al llegar / cansado de la lid, / a los nuevos bohemios / entrego el pendón / para que lo conserven / y siempre hagan flamear, / celosos de su barrio / y de su tradición».

Felipe Pinglo era el compositor de los pobres. En una sociedad que discriminaba al pobre y donde era notoria la diferencia entre ricos y pobres, Pinglo se rebeló contra aquello. Por ello, durante el gobierno de Oscar R. Benavides, las radioemisoras tenían la orden de no emitir sus canciones. Resulta inexplicable, en estos tiempos, el saber que la canción inmortal de Pinglo fue prohibida por una sociedad y gobierno discriminatorio y prejuicioso… «Después de laborar, vuelve a su humilde hogar, / Luis Enrique, el plebeyo, el hijo del pueblo, / el hombre que supo amar, y que sufriendo está / esa infamante ley de amar a una aristócrata / siendo plebeyo él. / Trémulo de emoción, dice así en su canción: / El amor siendo humano, tiene algo de divino. / Amar no es un delito, porque hasta Dios amó. / Y si el cariño es puro y el deseo es sincero, / ¿por qué quitarme quieren la fe del corazón? / Mi sangre, aunque plebeya, también tiñe de rojo / el alma en que se anida mi incomparable amor. / Ella de noble cuna y yo, humilde plebeyo, / no es distinta la sangre, ni es otro el corazón. / Señor, ¿por qué los seres no son de igual valor?»… Con «Luis Enrique, el Plebeyo», Pinglo trató de romper las tradiciones y mitos aristocráticos del Perú de antaño.

Víctima de una penosa enfermedad que lo tuvo en agonía por varios días, Pinglo falleció en su casa de los Barrios Altos, sito en la Calle Penitencia (segunda cuadra del Jirón Paruro). Eran las cinco y media de la mañana del 13 de mayo de 1936. Se fue a la hora en que terminan las jaranas.

Un año después de la muerte de Pinglo, su gran amigo Pedro Espinel le organizó un homenaje en el Teatro Segura, en Lima, por cumplirse el primer aniversario de su fallecimiento. Una jovencita que estaba recién haciéndose conocida en el ambiente criollo, María de Jesús Vásquez, interpretó la obra cumbre de Pinglo «Luis Enrique, el Plebeyo». Fue tan grandiosa la interpretación de Jesús Vásquez que el público, aplaudiendo de pie, la obligó a repetirla tres veces… habían gozado no sólo con la bella canción, sino que habían sido testigos del nacimiento de una nueva estrella e ídolo popular.

El 23 de julio de 1943, el vals «Luis Enrique, el Plebeyo» fue grabado por primera vez. «Los Trovadores del Perú»: Javier Gonzalez, Oswaldo Campos y Miguel Paz; fueron quienes hicieron aquella grabación en la Argentina.

Pinglo fue olvidado por los libros y periódicos de su época. Jorge Basadre hace un justo reconocimiento de su obra al incluirlo en su Historia del Perú, porque Pinglo no sólo forma parte de la historia de la música peruana, sino que es parte de la historia del Perú. La Biblioteca Nacional de Lima, también, ha reconocido la obra de Pinglo al incluir un cuadro con su retrato, al lado de nuestros grandes escritores de toda la historia del Perú.

Otro reconocimiento a la obra de Pinglo es de José María Arguedas quien admirado por la belleza de las composiciones de Pinglo, dijo que «Felipe Pinglo le enseñó a los limeños a querer su música».

Pinglo tiene muchísimas composiciones, algunas de ellas desconocidas. Su obra musical es grandiosa y ha sido, y seguirá siendo, fuente de inspiración para muchos intérpretes, compositores y todo aquel que guste de la música criolla, porque si, muy bien, él falleció hace ya muchos años, su obra lo ha hecho inmortal para los peruanos.

Dario Mejia
Melbourne, Australia

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