EL CALLEJÓN DE LIMA

“Alegre taconear hace crujir el cuarto dieciséis

a la voz varonil de un buen cantor que sabor

en pleno jaranear pide un cajón antes de amanecer

y empieza la sabrosa marinera.”

 

Callejón de un solo caño

Victoria y Nicomedes Santa Cruz.

 

El callejón ha sido el lugar ideal para las jaranas limeñas. Quién sabe si por la estrecha vecindad de sus habitaciones, que se apiñan en fila india. Ello determina una obligada familiaridad, para bien o para mal.

Porque el habitante del callejón limeño no tiene privacidad y comparte penas y alegrías con el vecino del costado o del fondo. El Callejón es entonces, un mundo aparte, con leyes propias inquebrantables.

La jarana de Callejón tuvo resonancia, justamente, por esa confraternidad humana que la música y el baile convocan. Cada Callejón de Lima (El Buque, las Siete Puñaladas, El Falco, Del Fondo) se cerraban para determinado cumpleaños o efemérides. Mudos testigos eran el caño de agua, único y compartido por los que habitaban el predio, y la gruta de cualquier Virgen o santo al cual rendía culto la vecindad.

 

NOBLEZA DE CALLEJÓN

 

No ha merecido el Callejón glosas de elogio y sí un adjetivo despectivo muchas veces aplicado injustamente: “callejonero”. Se entiende por él a una persona de baja estofa, incivil, y de mal hablar.

Afortunadamente, algunos compositores como Serafina Quinteras han reivindicado el Callejón en su nobleza y por haber sido cuna de ciudadanos ilustres y honrados ( en los años cuarenta, la pieza teatral “Callejón” de Serafina Quinteras, logró gran éxito radial y escénico).

Los años han tugurizado los callejones hasta extremos inconcebibles.

Muchos de ellos sobreviven casi en ruinas pero siguen en pie, amenazados por sismos o polilas.

Muertos los bardos, han quedado silenciosos, como mudos escenarios de las jaranas de ayer.

 

Lima : Paseos por la ciudad y su historia

Editado por el Diario Expreso