Desde que tuve uso de razón conocí a ese cuarto con el sobrenombre de «La Venganza». Nunca nadie pudo saber el origen de ese sobrenombre, pero «La Venganza» era lo más conocido y nombrado de mi antiguo barrio ya que allí dormíamos mis tres hermanos y yo. Un cuarto exclusivo de cuatro muchachos llamaba la atención en mi antiguo barrio, aparte que mis hermanos se encargaban de tejer y crear cuentos y leyendas en torno a nuestro cuarto que todo aquel que llegaba a poner un pie dentro de nuestro cuarto, pues se sentía como más importante o como si hubiese puesto un pie en la luna.
Mi infancia trancurrió entre callejones de Los Barrios Altos ya que los corredores eran de tierra aplanada y propicios para el juego de bolas, chapitas y trompo así que cuando en alguno de ellos no encontraba muchachos con quienes jugar, pues me iba a otro callejón. Ya me había acostumbrado a que todos los días me den mi castigo con el «San Martín» (¿existirán todavía?) porque salía temprano de casa y regresaba por la noche a comer y dormir. Creo que a eso se debe mi pasión por los viajes.
Todavía existen callejones o quintas que son como otro barrio dentro del mismo barrio. En la calle «San Ildefonso», primera cuadra del Jr. Andahuaylas hay dos solares grandes. «El callejón del buque» en la calle «Suspiro» y otro callejón más que hay en esa calle son realmente algo increíble. Allí se armaban unas jaranas criollas donde acudían los criollos más renombrados de antaño. La calle Suspiro es una calle paralela al Jr. Huanta y viene a ser la primera cuadra del Jr. Cangallo que la encuentran cuando suben por el Jr. Junín, viniendo de la Av. Abancay, y pasan el Jr. Huanta, la siguiente calle hacia la izquierda es la calle Suspiro y en su intersección con el Jr. Junín estuvo por muchos años colocada una piedra grande que la conocían como «La Piedra del Diablo».
En la cuadra uno del Jr. Huanta hay una quinta muy conocida en todo Los Barrios Altos, la «Quinta Pinasco». Esa quinta es enorme y a diferencia de otras tiene dos pisos y creo que hasta tres ya que yo en realidad nunca la recorrí en forma completa, sólo parte de ella visité y por supuesto que me jaraneé allí ya de adolescente. En la Plaza Buenos Aires, junto al que era el cine «Conde de Lemos», que me parece que ya no es cine, está la «Quinta San José» que parece un pueblo dentro del barrio aquel y hasta tiene su cancha de fútbol dentro que cada vez que ibamos a jugar fútbol contra ellos, pues ibamos en grupo de no menos de 50… por si acaso.
Después en «Las Carrozas», cuadra uno del Jr. Huánuco, en los Jirones Maynas, Huari y en muchas partes de Los Barrios Altos todavía existen callejones y solares. Claro que uno de los lugares más tugurizados y que lamentablemente lo volvieron cuna y refugio de delicuentes es «La Huerta Perdida» donde sólo llegué hasta la puerta ya que de entrar allí si se podía entrar, pero nadie te aseguraba de que salías vivo.
El “Faite” era el guapetón que no le tenía miedo ni al Diablo. Los “faites” genuinos tenían hasta indumentaria propia, usaban sombrero suelto, americana cruzada, pantalón bombacho y eran dueños de todos los corazones que se alquilaban en la ciudad. Se tejieron muchas historias y leyendas alrededor de los “faites” y la más conocida es la del duelo a chaveta entre dos “faites” de inicios de los 1900s, “Carita” y “Tirifilo”.
Dario Mejia
Melbourne, Australia