Sátira y Humor
La vocación juglaresca del decimista se pone de manifiesto en el género festivo. Tanto el auditorio rural como el pueblerino demuestran su preferencia por el tema jocoso en todos sus matices, desde el gracejo burlón hasta la punzante ironía, pasando por todo tipo de chanzas y ocurrencias. Mención aparte merece el tratamiento de temas sobre el ocio y el trabajo a la manera de fábulas, con trasfondo moralista.
En la décima satírica se da algo, o mucho, de la crítica social que ya detectaríamos en las décimas de fundamento, pero en un grado menor en cuanto a profundidad y hasta equivocando a veces el tono moralista cuando, por ejemplo, se ataca con solemne indignación un ligero capricho de la moda femenina en el vestir:
Arderá el mundo podrido
con toditos sus vivientes,
por esta moda indecente
que desde Francia ha venido.
En cambio se utiliza un lenguaje retozón para describir la propia y real indigencia, lo que ya no encuadra en la sátira, sino en el humor negro:
Una camisa sin mangas,
mi chaleco sin pechera,
con el saco hecho bandera;
por el pantalón las nalgas…
Este peligro se torna más patético en la décima humorística, cuando por lograr la risa fácil se avasalla todo tipo de valores morales y principios estéticos. Al extremo que la burla cruel ya no va dirigida al ocasional contendiente, ni a tercera persona, sino que el cantor hará escarnio de sí mismo: de su raza, de su pobreza, de su familia. Todo por el pueril cometido de hacer reír a cualquier precio.
Es posible que los casos de discriminación racial no se ajusten del todo al enfoque del párrafo anterior, sino que provengan del género “de porfía”. Ya hemos analizado en tal sub-grupo cómo se plantean temas paralelos, de elementos presumiblemente antagónicos: vida-muerte, Dios-demonio, día-noche, etc. y como cada rival defiende uno de estos elementos en pugna, mientras despotrica del otro con implacable mordacidad.
La mujer que come negro
no ha de morir en su cama:
irá derechito su alma
condenada a los infiernos.
Estos juicios no tratan de atenuar lo desagradable de tales glosas sino, en todo caso, de explicar su presencia, con la posibilidad de que quien las dice no sea ajeno a la misma raza que tan despiadadamente ofende.
UNA CAMISA SIN MANGAS
Una camisa sin mangas,
mi chaleco sin pechera,
con el saco hecho bandera;
por el pantalón las nalgas…
1
La camiseta que tengo
está más pior que un redaño,
con unos huecos tamaños
y más de treinta remiendos.
El calzoncillo, prevengo
que con una pierna se halla.
¡Ahora sí que doy malhaya
estando hoy de casamiento!
Sólo tengo en el momento
una camisa sin manga.
2
Mi sombrero está sin copa,
mis zapatos desiguales:
ya los dedos se me salen
por la capellada rota.
Las medias son cuatro bocas
ni ponérmelas quisiera.
Mi gran pañuelo de seda
se ha vuelto tela de araña.
Parece una musaraña
mi chaleco sin pechera.
3
Dos costales carboneros
son mi cobija y mi cama,
con dos adobes de almohada
y mi cuja el mismo suelo.
Y para mayor desvelo,
al verme de tal manera,
mi novia se desespera
a casarse con certeza:
¿Cómo diablo entro a la iglesia
con el saco hecho bandera!.
4
Mi capital efectivo
son dos pesetas de plomo.
Van tres días que no como,
sabe Dios cómo estoy vivo.
Hospedado ‘onde un amigo
el Dios del cielo me valga;
y me obligan a que salga
a casarme con desdén…
¿Cómo voy, si se me ven
por el pantalón las nalgas!…
Fuente: Fuente oral. Comunicó Abel Colchado. Zaña, Chiclayo, 1960
UNA NOCHE CALUROSA
Una noche calurosa
demostré mi facultá:
dando prueba de valiente
hice grande mortandá.
1
Estando echado en mi cama,
me hicieron salir de fuga
veinte docenas de pulgas
a rigor de pura diana.
Yo, por no perder mi fama,
volví con sangre furiosa:
maté cien pulgas hermosa
tan sólo en un solo rato.
Hice tal asesinato
una noche calurosa.
2
Desnudándome de nuevo
para volverme a acostar,
en eso sentí gritar:
“¡Soldados, fuego y más fuego!”
Me levanté luego luego
y divisé mi realidá,
de chinche gran cantidá
bajando por la paré,
y después que los maté
demostré mi facultá.
3
Al amanecer el día
el sueño me dominaba
y sentí que me rodeaba
una gran artillería;
oí que el jefe decía
con una voz muy ferviente:
-¡Vamos tomando de frente
un cuartel de fortaleza!…
Marchando por mi cabeza
dando prueba de valiente.
4
Me levanté asustado
al ruido de los cañones
y eran los picotones
que me daban los malvados.
Al verme tan sofocado,
no pudiéndolos matar,
el pelo me hice cortar
-muerte tan triste tuvieron-
y cuando abajo cayeron
hice gran mortandá.
Fuente: Repertorio de Carlos Vásquez Aparicio. Aucallama, (Chancay).
¡MALDITA SEA MI SUERTE!
-¡Maldita sea mi suerte
-dijo el cochino llorando-,
ya se me viene acercando
el instante de la muerte!…
1
Un día lunes temprano
llegaron dos carniceros;
compra al dueño le ofrecieron
y él estaba escuchando.
Oyó que dijeron “¿Cuánto
quiere usted, señor, por éste?”
Dijo el dueño con voz fuerte:
-¡Mañana matarlo quiero!
Contestó él desde el chiquero:
-¡Maldita sea mi suerte!…
2
El día sábado estaba
muy penoso y afligido
viendo afilar el cuchillo,
hirviendo una paila de agua.
Decía, no es mozonada
lo que ayer ‘staban hablando,
mi dueño ha de estar pensando
que tuavía tengo huevo;
yo voy a ver hasta luego
-dijo el cochino llorando.
3
Cuando el dueño dijo -¡Amigo,
ya sáquenlo para afuera!
Dijo, esto va de veras,
yo creo que esto es conmigo:
este hombre es mi enemigo
que me quiere estar capando;
sin duda estará pensando
que tengo más criadía;
el dolor del otro día
ya se me viene acercando!…
4
Cuando lo alzaron en peso
con las patas bien seguras,
decía poca lisura
¡cuidado con mi pescuezo!
A mí no me gusta eso
-decía con voz muy fuerte-,
si los chapo con mi diente
les puedo hacer mucho daño…
Vino a ver su desengaño
el instante de la muerte!.
Fuente: Repertorio de Porfirio Vásquez, Aucallama, Chancay.
NO IMPORTA DIJO EL CAPADO
No importa, dijo el capado,
voy a pasar buena vida;
me verán en pocos días
de gordo comer echado…
1
Cuando comía rastrojo
y camote por la tarde,
él se salía a la calle
botando todos los piojos.
El miraba con enojo
con sus ojos colorados.
De barro todo embarrado
desde el culo a la papada,
por gozar de la mamada,
no importa, dijo el capado.
2
Cuando comía camote
y su poco de desecho
se andaba limpiando el pecho,
torciéndose los bigotes.
Se refrescaba el gañote
Y a los flacos les decía:
“Me dan bastante comida,
ya no salgo del corral;
de esta fecha en general
voy a pasar buena vida”.
3
Lo botaban a las seis
y a las diez lo encerraban;
él solo se recreaba,
decía ¡soy como un rey!
Yo como mejor que el buey,
él trabaja sin medida.
Me dan bastante comida,
gordo me voy a poner
y si no quieren creer
me verán en pocos días…
4
Pero un domingo temprano
vio una paila en la candela,
él oyó decir: “¡Se pela,
y adónde lo colgamos?…”
Se dijo: ¿Qué tiene mi amo,
qué motivo yo le he dado?…
Dijo el borrico maniado
entrando en su rastrojito:
“¡Eso tiene, compadrito,
de gordo comer echado!…”
Fuente: Repertorio de Porfirio Vásquez, Aucallama (Chancay)