SUSANA BACA

Hace unos cuatro años, supongo, caminaba al mediodía por la calle principal de Barranco —distrito limeño de artistas e intelectuales, que cada fin de semana es invadido por miles de jóvenes ansiosos de libertad y sedientos de cerveza—, cuando vi su cuerpo menudo y su sonrisa universal y le dije hola, esperando quizá que recordara mi rostro de casi veinte años atrás, cuando de una u otra forma frecuentábamos los mismos grupos de artistas, músicos, y diletantes varios. No que hubiéramos sido propiamente amigos. Le hice una venia leve y sonriente, y creo que reconoció mi rostro, pues nos saludamos, y le dije que me había encantado su Fuego y agua (originalmente publicado por Editora Pregón, en el Perú, y que se ofrece ahora en el mercado norteamericano en una edición de Tonga Records, como Del fuego y del agua), disco-libro que acababa de ver la luz (y que —hay que decirlo— incluye una memorabilísima versión de la marinera norteña La veguera, en que su voz justa se entrelaza con la banda de la Policía Nacional del Perú, heredera de la que antes fue la banda de la Guardia Republicana, incomparable cuando de marineras y tonderos se trata). Conversamos brevemente, y era obvio que yo sabía perfectamente quién era ella y que ella no tenía la menor idea de a quién pertenecía este rostro conocido. Me dio su tarjeta, yo le di la mía, y adiós: extraños encuentros de un diletante periférico que estuvo pero ya no está, con quien es, definitivamente, una artista excepcional.Si Susana Baca no fuera artista ni folclorista; si ella no cantara ni trabajara tan duro por el arte y la música; inclusive si no hubiera sido acosada —menos mal que brevemente— por los servicios de «inteligencia», que le dicen, por aparecer su nombre en las notas de algún detenido político; en fin, si sólo fuera Susana Baca, persona, habría que quererla por tener siempre la sonrisa fresca y la sencillez incomparable de aquellos que vale siempre la pena recordar. Esa sencillez no se ha visto afectada por su creciente fama entre los cada vez más numerosos amantes de la música afroperuana, y ni siquiera por haber sido nombrada embajadora de buena voluntad de la UNESCO. Supongo que seguirá igual en estos días, en que muchos lugares de los Estados Unidos la han visto —en un espectáculo llamado Divas del mundo— compartir escenarios con Tish Hinojosa, popular cantantautora bilingüe norteamericana, y con Stella Chiweshe, gran intérprete de Zimbabwe.

Susana Baca, el disco

Pero esta vez queremos escribir de Susana Baca, cantante, inventora y dueña de una hermosa voz que sabe atacar con la fuerza justa los ritmos africanos asentados hace tantos años en la costa del Perú, y que igualmente, persuasiva, nos canta poemas de hoy en la cadencia suave del vals peruano contemporáneo. Este disco, titulado simplemente Susana Baca (Luaka Bop, Inc., setiembre de 1997, Warner Bros. Records, 9 46627-2), de sabor negro indudable, mezcla músicas que van o —mejor— vienen desde el folclore afroperuano hasta el sabor de las armonías modernas. La cosa empieza con una conocida pieza de Andrés Soto, Negra presuntuosa, de los años 70, cuando Andrés —a la sazón miembro notabilísimo del círculo de Chabuca Granda— deslumbraba a tirios y troyanos con sus poéticas canciones, varias de las cuales se han asentado —a pesar de la poca atención de la radio comercial— en la música popular peruana.

La segunda pieza, Molino molero, de la tradición afroperuana con arreglo de Susana, es una muestra cabal de la suave percusión de tumbas, cajas y palitos, que se hacen recibir por un violín, que aún se toca mucho en El Carmen, distrito negro de Chincha, a pocas horas al sur de Lima. Luego viene Heces, un poema de César Vallejo, musicalizado por Noel Nicola —que con Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y otros inició la Nueva Trova cubana— y la propia Susana, como una mezcla de triste peruano, con leve aroma andino, y vals-balada que sólo necesita hacerse acompañar por una guitarra, la de Félix Casaverde, señor de muchas noches barranquinas.

Otra pieza de Andrés Soto, Tu mirada y mi voz, le permite a Susana mostrarnos la belleza inigualable de su voz, para dar paso a una pieza ya clásica del folclore afroperuano, el landó Zamba malató, que Susana trata con una cadencia imposible de imitar y con las notas altas que en su voz ni se sienten: «ese pajarillo pecho colorado/ eso te sucede, negro, por enamorado».

Luego, al centro del disco, Susana canta para el mundo Luna llena, de Simón Díaz, que se abre y se cierra con unas notas de zampoña, la característica flauta de pan andina de sonido profundo: «Yo vide una garza mora / dándole combate a un río». Pero en esta hermosa canción las palabras parecen ser sólo un pretexto para soltar la música: pura melodía, pura voz.

Sigue Caras lindas, un vals peruano en el estilo baladístico de hoy, que ya ni se baila, y que termina con un cambio de ritmo hacia percusión y contrapunto de voces, para dar paso, casi transparentemente, a Se me van los pies y Enciéndete candela, muestrarios de puro ritmo afroperuano, con coros de fondo nada tradicionales que le dan más musicalidad: canciones llenas de alegría, percusión, quijadas de burro, pasando del festejo al «ingá», y de ahí al «alcatraz», ritmos más africanos que peruanos, pero también más peruanos que africanos.

El disco cierra con Señor de los Milagros, canción original de Francisco Basili y, adivinen, Susana Baca, tema que es una pintura de la procesión del culto que se manifiesta en las procesiones más grandes del mundo católico. El cajón afroperuano, que recuerda un poco a los tambores de las saetas sevillanas, se une fácilmente con la zampoña andina, y ambos dan paso a la voz de Susana y de sus vocalistas, sin salirse del ritmo procesional.

¡Qué bueno que por fin el mundo pueda conocer a Susana Baca! Antes era sólo nuestra, y ahora tenemos que compartirla con el mundo, con ese orgullo —injustificado, como todos los orgullos chauvinistas— nacido de haberla escuchado por un par de décadas. Suertudos que somos todos.

SUSANA NOS HIZO SOÑAR

Nuestra Susana Baca y su cuarteto de geniales músicos sobre el escenario de la Huaca Pucllana nos transportaron por un tiempo indefinido a la tierra del ensueño. La mente descansó, y el espíritu travieso se enredó con el cuerpo, conmovidos, lenta y sensualmente.

«Toro mata» ese clásico nuestro de color negro, fue el tema que eligió Susana para iniciar la noche. Ella, envuelta en un vestido blanco vaporoso que se mecía al compás del viento y de su aliento, nos embelesó con su presencia y su carisma. Como fondo tenía la huaca en tonos rojizos y azulados, según las connotaciones sonoras.

«Nos estábamos extrañando» expresó con su voz trémula. Y la gente se rindió a sus pies. Ella regaló «una canción de amor». Acabó y todo quedó a oscuras, hasta que su voz solitaria entonó un poema de Alejandro Romualdo.

«Zamba Malató» sonó como nunca. David Pinto (en baby bass), Hugo Bravo (en percusiones), Juan Medrano Cotito (en cajón) y Sergio Valdeos (en guitarra) fueron los culpables. Antes que nos recuperábamos, ya «Panalivio» nos volvía a dar un baño de bendita negritud. Susana, con embajadora de su raza expresa gestualmente el trance que la acomete sobre el escenario de la vida

Otra canción de amor: «Aparición» hizo estremecer corazones a ritmo de guitarra, cajón y esa voz de suspiro limeño que posee Susana. Otros corazones, más fríos, tiesos en sus asientos, escudriñaban la escena como preguntándose: «¿es así como canta la negrita que ganó el Grammy?». Eso, señores, era notorio. Y es que el arcaico racismo aún respira nuestro aire. Susana como percibiendo ese olor, sacaba de su repertorio los himnos de su raza. «Hablan los negros del Congo, contestan los de Tumán» o mejor dicho «Golpe e tierra» y antes «Caras lindas», daban fe de ello. Cantaba la negra linda mientras sus pies dibujaban sobre el escenario. ¡Qué baile mamá!

El tema final, alargado para presentar a los músicos, era uno que me hizo recordar tonadas tropicalonas. «Pájaro lindo de la madrugada» o como se llame iba ser la despedida, pero sólo Mario Vargas Llosa abandonó el histórico recinto pues los demás nos quedamos para seguir gozando. «Se me van los pies» y «Enciéndeme candela», que deben ser oraciones para Susana, trajeron abajo el imaginario telón para algunos, y para otros (me incluyo) la vuelta al país de las pesadillas. ¡Cómo te quiero Perú!

Recibirá medalla

La ganadora del Grammy Latino, la cantante peruana Susana Baca, será condecorada hoy por el Congreso de la República en reconocimiento de su esforzado trabajo de difusión de la música afroperuana en el mundo.


La ganadora del Grammy Latino sigue recibiendo homenajes.

En dicha ceremonia, que estará a cargo de la congresista Elvira de la Puente Haya, la intrérprete será condecorada con la Medalla Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, en la sala Gustavo Mohme del Poder Legislativo.
Durante los últimos 25 años, Susana Baca ha realizado un arduo trabajo en pro de la música afroperuana interpretando lo mejor de su repertorio y rescatando tradiciones olvidadas.
Fueron su tenacidad y constancia las que hicieron que en setiembre último obtuviera el primer Grammy Latino para el Perú en la categoría Mejor Album Folclórico por su disco Lamento negro, algo sin precedentes y que llena de orgullo a todos los peruanos.